lunes, 22 de junio de 2009

Escándalo


No es un escándalo que Silvio Berlusconi aspirara al poder político para aumentar su turbio poder económico.

No es un escándalo que ya en el poder manipulase leyes a conveniencia para evitar ser procesado, que amenace a jueces y oposición.

No es un escándalo su falta de tacto, su grosería, su machismo y su falta de saber estar cuando se reúne con sus iguales.

No es un escándalo que intentase incluir a macizorras en las listas electorales de su partido en las elecciones europeas.

No es un escándalo que una ministra de su gobierno haga el saludo fascista en ceremonias oficiales.

No es un escándalo algunas de sus amistades femeninas a las que cuadruplica en edad ni sus fiestas donde las chicas son pagadas por asistir. O no sólo por asistir.

Lo verdaderamente escandaloso es que a este señor se le vote reiteradamente. Que gane elecciones todavía.
En definitiva, lo escandaloso es poder darse cuenta de lo frágil que es la democracia.

Porque una cosa es que la democracia sea el menos malo de los sistemas de gobierno y otra que los propios votantes la echen a perder.

¿Tan mal lo han hecho los demás para que gobierne semejante individuo?

¿Tan manipulables somos como para reelegir a tamaño fantoche?

¿No aprendemos del pasado?

Ya pensaré mañana en estas preguntas; ahora prefiero ver un programa del corazón de Tele 5.

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