domingo, 28 de febrero de 2010

Vidas paralelas

I

El Gran Hombre entró a dar su conferencia rodeado de los gritos de protesta de un no muy numeroso grupo. Unos le recordaban su apoyo a una guerra mentirosa pero otros directamente le llamaban terrorista. Lo que, habiendo sido víctima de un atentado, debe joder bastante.

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Mientras tanto, el señor Cobra actuaba en televisión interpretando que interpretaba un rap.

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A su vez, Juan Carlos veía la que se le venía encima por presidir en Bilbao la final de la Copa de baloncesto. Por si acaso, la versión del himno de España que se iba a interpretar había sido reducida.

II

A la salida de la conferencia, a Jose Mari, de rechifla, el grupito de antes le llamó “Presidente, presidente”. Precisamente a él, que acababa de poner a caldo, llamando pirómano, al actual inquilino de la Moncloa.

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El público del programa de televisión, donde el señor Cobra hacía como que cantaba, estaba compuesto de eurofans, es decir, de esos frikis que les ilusiona más ver el vídeo del La, la la que ser premiados en la lotería. Disconformes con la calidad de la canción y considerándola poco adecuada para exhibirla por Europa, silbaron al intérprete.

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Un buen número de bilbaínos (los anfitriones de la final de Copa) y barceloneses silbaron a Sofía y a su esposo. No consta que lo hiciera ningún madrileño.

III

Mosqueado, el líder de las Azores, hizo un gesto bastante grosero que yo, que prefiero verbalizar los insultos, desconocía que se llamara “peineta”

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Cabreado, el señor Cobra argumentó los silbidos con gestos obscenos y comentarios acerca de lo que él podía hacer con su miembro viril a alguno de los orificios del respetable público.

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Resignado, el padre de Felipe se sentó silencioso en el palco, como quien oye llover, esperando que escamparan los silbidos.

IV

La prensa y los políticos de derechas justificaron e incluso elogiaron el gesto del dedito del esposo de Ana Botella. Lo más suave que la izquierda dijo de la escena es que era impropia de un expresidente del gobierno.

La foto fue portada de todos los periódicos.

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Todo el mundo consideró tremendamente ofensiva la actitud del señor Cobra. Ninguno le recomendó que hiciese una peineta que es más elegante y ya lo hacían los romanos.

La foto fue portada de todos los periódicos.

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La prensa de derechas comentó algo la pitada al monarca pero poco su actitud flemática. Supongo que después de haberse explayado grandemente en lo elegante, adecuado, viril y merecida que era la peineta del héroe de Perejil, no era oportuno dejar ver que hay otras maneras de hacer frente a los insultos: quizá más educadas; o quizá más blandengues, que dirían los extremistas. La prensa de izquierdas tampoco dijo ni pío. Quizá porque sonaría a baboso elogiar al monarca.

La foto fue portada de todos los periódicos.

jueves, 25 de febrero de 2010

Fantasías


Parece que todo lo que me iba encontrando y los comentarios que me hacían esta semana me han llevado a escribir esta entrada para el blog, a pesar de que nada ha tenido que ver con lo que pensaréis mientras lo leéis, vosotros, mentes calenturientas que sólo entenderéis la mitad de la mitad.

Empezamos con un artículo sobre sexología que leí en uno de los periódicos españoles que se dicen serios. La última parafilia conocida es la de los hombres a los que les atraen las mujeres con apuros mecánicos. Dicho en claro: La cosa es que a los tíos les pone pensar que una hermosa mujer, normalmente ataviada con ropa ligera, tiene un parón repentino con el coche en la carretera y ellos la ven al pasar, de espaldas y asomada al motor. Entonces el galante fantaseador baja a brindarle ayuda en todo lo que necesite.

Lo primero que pensé al leerlo, y efectivamente eso decía el artículo, es que no creo que un póster de una rubia con modelo de buscar a Jacq's agachada y semillorosa frente a un reventón pueda clasificarse de parafilia. Hoy en día ya parece que cualquiera está pirado por cualquier cosa. Yo más bien creo que es una fantasía de las de toda la vida, bastante inocua por otro lado.


Ya sea sólo de pensamiento o de obra, con ayuda digital, manual, del corazón o de algún aparato con mando a distancia, los seres humanos han fantaseado con el sexo desde que el hombre es hombre y la mujer mujer. Han fantaseado solos o en compañía, compartiendo la fantasía o guardándosela para uno. Hay personas que no quieren consentir que su pareja fantasee, a mí misma no me haría gracia enterarme de que mi pareja piensa en otra mientras está conmigo, aún cuando esa otra no sea alguien real. Claro que peor es que piense en otra mientras friega los platos, cuando pasa eso entonces sí que es preocupante.

Si en las fantasías y sueños en general rompemos barreras que jamás romperíamos en la vida real, imaginamos situaciones que nos horrorizaría vivir un día y suponemos realidades que no viviremos para lograr un bienestar mental, parece demostrado que el hecho de fantasear en el contexto sexual no es una excepción y es normal. Cada uno fantaseará con lo que quiera o pueda, desde con un (ahora ya) ex-sacerdote bien dotado con 15 cm de sacristía hasta con una jeune fiancée pasando por una solícita y amable enfermera que te da su amor y simpatía en un momento vulnerable. Algunas no las comprendo a pesar de ser muy comunes, supongo que otros no comprenderían las mías.


No os invito a compartir vuestras fantasías pues una, dentro de lo posible y aunque a veces dé otra imagen, en el fondo es una damisela discreta, recatada, femenina y vergonzosa, y no compartirá las suyas. Sólo os digo que tengáis cuidado, que a veces la vida llega tarde, y cuando por fin el ansiado bombero entra por tu ventana, resulta que tienes 90 años y ya no estás pa' na'.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Ay


Hoy voy a hacer una confesión, como la Pantoja:

Hoy quiero confesar que estoy enamorada
pa' acallar los rumores de aquella esquina...

No, no era eso. Bueno, eso también, je, pero no era esa la confesión del día.

Hoy quiero confesar que tengo un miedo cerval, atroz, irracional, incomprensible, exagerado, a los dentistas.

Creo que si al morir voy a infierno éste consistirá en pasar de la consulta del dentista a una sesión maratoniana de peluquería con lavado bien a fondo, mechas, tinte, permanente y secado largo y caliente, para al terminar volver a ir a la sala de espera del dentista otra vez, y así la eternidad. Podemos sazonarlo con una visita al ginecólogo de vez en cuando para darle un punto de sadismo al martirio.

Y es que mi fobia al dentista comienza incluso antes de esa sala de espera. Las clínicas de los dentistas tienen un olor característico, una mezcla de dulzón y antiséptico que sólo de imaginarlo se me están poniendo, físicamente, los pelos como escarpias. Entras y ese olor ya se regodea en recordarte que estás llegando a la sala de torturas.

La sala de espera está llena de caras con miedo. Y además sueles tener que pasar más tiempo del debido allí. Los dentistas a veces tienen el dudoso gusto de adornar su sala de espera con dibujos de mandíbulas y molares; Afortunadamente les ha dado últimamente por cambiar eso por cuadros abstractos que en mi imaginación son monstruos terribles preludio de lo que va a suceder.

Ya en la consulta, uno en un dentista se siente intimidado. Cualquier otro médico primero te trata de igual a igual en dos sillas frente a una mesa y luego te ausculta o lo que sea mientras intenta que te sientas cómodo. En una cama de hospital el dolor se trata como un mal necesario que debe terminar lo antes posible y antes y después se intenta paliar eso.

En el dentista desde que te sientas estás atrapado. Te ponen un foco en la cara, te obligan a una postura imposible, no puedes escapar. Te ponen ante los ojos todo tipo de instrumentos de tortura punzantes, cortantes o machacantes, cerquita para que puedas verlos bien. Para que no te quede ninguna duda de lo que va a suceder y de que no puedes eludir tu destino.

Como soy una frágil damisela y no puedo permitirme la amenaza del chiste (no nos vamos a hacer daño mutuamente, ¿verdad?) el dentista invariablemente me hace mucho daño. Además de pasar un rato amargo con la boca muy abierta, un ruido ensordecedor, una terrible dentera por notar metal en mis dientes, y tres horas posteriores de mal sabor de boca, sensación pastosa, no poder hacerte entender y no sentir más que un cosquilleo cada vez más fuerte que deriva en una noche de dolor.

Sales y el tío sádico te dice: ¿Verdad que no ha sido para tanto? Que no ha sido para tanto, cagontóloquesemenea, y aún queda el último peaje. Vas deseando huir de allí, terminar con aquello, y por tanto no prestas a atención a la amable enfermera que te pone delante un papelito para que lo firmes. Entonces te pide la tarjeta, y en ese momento acabas de consumir el crédito de dos meses. El dolor físico se traslada al bolsillo de forma automática, los dentistas tienen una conexión con el terminal de la tarjeta de crédito similar a la de los marcianos de Avatar en el pelo: Es una simbiosis personal con la terminal bancaria.

Por todo esto es por lo que dejo siempre lo de ir al dentista para lo último. Y por todo esto es por lo que tras meses avisando, una muela ha dicho basta y tengo desde ayer un dolor agudo que ha pasado al oído y que sólo he calmado dopándome a saco paco. Sólo me arrastra al dentista la necesidad extrema, la mancha de la mora con otra verde se quita, así que el viernes tengo sesión de los horrores, y encima con dentista nuevo y clínica desconocida. Ruego una oración por mi alma.

Definitivamente hoy he estado muy a lo Pantoja y os he dado dónde os duele: Dientes, dientes, que es lo que les jode.

Chaqueteros


La mayoría de las personas cuando debatimos tratamos, de alguna manera, de convencer al contrario. Y, paradójicamente, si conseguimos que esa persona abrace nuestras ideas lo solemos tildar de chaquetero.

Esta reflexión me vino a la cabeza cuando paseando vi en una librería uno de esos libros que tanto proliferan últimamente. Debe ser que la izquierda lee menos, que sus argumentos son más sutiles o que ya tiene convencidos a los suyos pero lo cierto es que la mayoría de los libros que veo de ese estilo son claramente de derechas.

Básicamente se trata de deconstruir (o reconstruir el pasado con hermosos maquillajes) para dar una visión, sesgada hasta en el título, de sus ideas.

El libro en cuestión que me llamó la atención se llama algo así como “Chaqueteros de izquierda”. No recuerdo el autor pero no lo duden: lo encontrarán cerca del algún libro de Pío Mora o César Vidal.

En España (¿sólo en España?) tenemos la malísima costumbre de llamar chaqueteros a aquellas personas que cambian de ideas (generalmente políticas) en el transcurso de su vida. Y solemos confundir chaquetero por converso.

El converso abraza su nueva idea con entusiasmo después de caer en el error de sus antiguas creencias. Pierden la cabeza, algunos literalmente como Saulo, por difundir su nueva creencia y, en principio, no buscan medrar por ello.

El chaquetero, por definición, cambia de idea como de camisa buscando el sol que más calienta. En realidad no es que cambie de idea, es que nunca la ha tenido salvo la de medrar en lo personal.

Los que confunden al chaquetero con el converso, es decir, casi todos los españoles, consideran que las personas nacemos con unas ideas de las que ya no podemos ni criticar, ni enmendar ni cambiar.

Pasarán las modas de los peinados, de las costumbres sexuales, los gobiernos, pasaremos del 600 al coche eléctrico, del pregonero a Internet pero si Fulanito en su tierna adolescencia se declaró marxista leninista o falangista o liberal si al cabo de veinte años decide declararse socialdemócrata , o viceversa, no duden que alguien lo tildará de chaquetero.

Preferible es que hubiese seguido defendiendo a Stalin, a Franco o a Torquemada que moderarse un poquito o radicalizarse en el otro extremo.

Se nos llena la boca de la palabra consenso pero que un gobierno de la izquierda pálida le de un cargo a un exmilitante de la izquierda radical. Pobrecito de él.

Que un señor que en la mocedad defendiera la falange llegue a presidente de gobierno de un partido que se dice de centro, ¡la que le va a caer encima!

Por supuesto la crítica le vendrá de ambos lados: del de sus antiguos compañeros de ideas de lo que ahora las comparten. Los primeros le llamarán traidor. Los segundos le llamarán trepa o advenedizo.

Bien es cierto que muchos de esos cambios ideológicos en lo político suele ir acompañado con cierta mejora en cuanto a cargo o presencia social. Pero, independientemente de propósitos espurio de algunos de los conversos, lo cierto es que esa circunstancia se debe a algo muy lógico: habitualmente los cambios de ideas se traducen en una moderación y son los partidos moderados los que tienen más poder que repartir entre los suyos.

¿Conseguirán estas reflexiones hacerme cambiar de opinión sobre mi intransigencia anterior hacia esas personas? Sinceramente, lo dudo: yo no soy un chaquetero.


martes, 9 de febrero de 2010

Apagón solidario


De vez en cuando se monta la cadena del apagón solidario. Suele coincidir con una subida de la tarifa de la luz, pues ya se sabe que sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, o en este caso cuando saltan chispas al abrir el buzón y ya sabes que la eléctrica de turno ha metido cartita dentro.

El apagón solidario consiste en que para ayudar al planeta todos apagamos las luces un día a una hora, pásalo. Sesudos representantes públicos se unen a la iniciativa y los ayuntamientos dejan de encender la fotocopiadora a esa hora, la catedral de Salamanca cae en penumbra, los diputados europeos salen a la puerta. Pasa el ratito y todo vuelve a la normalidad.

El último que me ha llegado, y ya van 5 avisos, no es para ayudar al planeta sino para joderrobar a las eléctricas. "El DÍA 15 DE FEBRERO, día del consumidor, APAGÓN GENERAL de electricidad en los hogares españoles a las 22 horas en señal de protesta por la subida abusiva que ENDESA, IBERDROLA y FENOSA han llevado a cabo en sus tarifas eléctricas."

El problema es que esto es falaz. El consumo eléctrico no se mide por el tiempo que tenemos las luces dadas o el horno puesto más que en nuestra factura de la luz. De cara a las eléctricas eso, literalmente, no importa. Aún suponiendo que no recuperásemos el gasto a la hora siguiente, apagar una hora no vale para nada de nada. Rian de rian. No es ni siquiera que les de igual porque una hora no signifique nada. Es que literalmente no significa nada.

Por favor, que no nos engañen más con eso. Los apagones puntuales ni ahorran energía ni valen para generar pérdidas a una eléctrica. Voy a intentar explicarlo de modo simple pues es simple.

La frase clave es la energía eléctrica no se puede almacenar. Sólo es factible en muy pequeñas dosis (pilas, baterías). Así, lo que se genera un día y no se gasta, se pierde directamente.

La electricidad que se consumirá en un día se paga a la generadora. Al principio del día se hace una estimación de la electricidad que se generará y se pone un precio al kilovatio; ese precio fluctúa digamos de un modo similar a cómo sucede en bolsa, según unos parámetros en parte objetivos y muy subjetivos en realidad (es decir, de modo similar a como sucede en bolsa, je), como puede ser el viento ese día, o la capacidad hidroeléctrica por caudal, o la temperatura estimada para saber la necesidad de aire acondicionado. Todas las empresas de distribución tienen programas de previsión de la demanda para saber cuántos megavatios deberán distribuir ese día y saber cuánto comprar.

Una vez se cierra ese mercado por la mañana, ya da igual lo que tú enciendas o apagues la luz, la generación se realizará lo mismo y la distribución se iniciará. Si luego la estimación de gasto ha fallado y se necesita menos, esa energía generada de más, simplemente, se pierde.

La única manera de ahorrar energía es gastando menos de modo continuo para provocar una necesidad menor de generación. Cuando hacemos un apagón puntual no se ahorra nada en términos energéticos.

Y en términos económicos ¿Hacemos perder a Endesa por hacer un apagón puntual? Pues tampoco gran cosa, puesto que Endesa (y todas las eléctricas grandes) tienen diversas divisiones: Generación, distribución, etc. La sección de distribución perderá algo (muy poco, no nos engañemos), pero los programas de previsión, estadísticos, no tendrán en cuenta esa bajada tan puntual y funcionarán exactamente igual al día siguiente, con lo que Iberdrola Generación no pierde nada.

En definitiva, el único modo de ahorrar energía es ahorrar energía. Y el único modo de provocar bajadas en la factura de la luz es ahorrar energía.

PD: Esta web es muy interesante, se actualiza al minuto. Como se puede ver, los programas estadísticos de previsión de la demanda funcionan muy bien. Esto lo escribo ahora y mis queridos lectores abrirán la página en otro momento, pero sé que no me arriesgo en decir que la generación apenas se ha desviado. Lo abriré el día 15 a las 10 de la noche, a ver si se nota la cadena mediática. Por curiosidad, puesto que un cálculo estadístico no puede tener en cuenta un momento puntual y de hecho no lo tendrá.

PD2: ¡Felicidades, viejota! :)


viernes, 5 de febrero de 2010

Con problemas escribo mejor



Siempre he opinado que la edad ideal del ser humano está entre los 3 y los 5 años. En esa época no tienes problemas, tus preocupaciones se resuelven llamando a mamá, todo el mundo te quiere y te mima. No hay hipotecas ni responsabilidad hacia otros. Si pudiera elegir, elegiría volver a esa edad y quedarme ahí hasta morir.

Pero me he dado cuenta hoy, de repente, que mi argumento falla y está lleno de falsedades.

El otro día fue al teatro, "La función por hacer", una maravilla que espero repongan pues ya no está en cartel. Se trata de una adaptación de "Seis personajes en busca de autor". No me extenderé en lo precioso de la minimalista puesta en escena y en lo bien que se comprende cómo trabaja y qué enorme mérito tiene un actor teatral viéndolo a menos de un metro de distancia, aunque desde luego merecería que me extendiese.

En un momento dado, uno de los personajes (y en esta obra el personaje es literalmente un personaje) le pregunta a uno de los actores (que también lo es de modo literal) que si puede explicar quién es. El actor afirma que por supuesto y comienza: Soy un actor, empecé muy joven, poco a poco me fueron dando papeles más importantes, ahora tengo un cierto renombre...

En este punto el personaje le para y le pregunta qué opina de los sentimientos que tenía hace 10 años, si sus problemas le preocupan del mismo modo, si el amor que sentía entonces sigue sintiéndolo y lo nota real. El actor le dice que las personas evolucionan. Y el personaje le comenta que, precisamente por eso, su vida no es real, pues al cambiar, cambia de realidad. Mientras que un personaje de teatro siempre vive en la misma realidad, y por tanto es más real que el actor que lo encarna.

Y por esta escena me he dado cuenta de que un niño de cuatro años siente, en el momento en el que se le cae al suelo el helado y ve que no va a poder comerlo, el mismo dolor y desamparo que yo cuando se me cae la estabilidad laboral. Que el hecho de que el padre vaya a consolarlo no le alivia a él la pena más que lo que me lo puede aliviar a mí el pensar que si acaba un proyecto puede empezar otro. Y que si su realidad es tan válida como la mía, también lo es su preocupación.

Así que creo que a partir de ahora mis deseos van a ser diferentes. Cuando me pregunten cuál es la edad ideal para mí, diré que los 5 años pero habiendo vivido ya los 30. Y sabré que probablemente con 80 pueda cambiar mi percepción. Aunque con 80 aún tenga que estar en el trabajo, o lo que quede de él, con el bastón y el reuma, deseando que no me saquen sin premeditación y con alevosía.