jueves, 30 de julio de 2009

Maleta (II)


Odio hacer maletas.

Podría ponerme en plan psicólogo moderno y analizar los motivos. En primer lugar, lo que menos me gusta de un viaje es el hecho de viajar en sí. Los nervios no me dejan disfrutar del traslado al lugar elegido, puesto que estoy pendiente del coche, de la maleta en el bus, del andén del tren... Si el viaje es en avión es muchísimo peor: la facturación, el embarque, el maldito control de metales. La odiosa espera junto a la cinta de los equipajes.

Luego está la parte no sé que llevarme, que también tiene su miga. Suelo tender a hacer equipajes lo más pequeños posibles, puesto que otra vertiente de no gustarme los desplazamientos es odiar el cargar con diez mil pesados bultos, por lo que prefiero prescindir de cosas a cambio de perdonar ese inconveniente. Si no tengo que facturar la maleta mucho mejor. Por ello siempre me parece que estoy metiendo demasiadas cosas, paso y repaso, y el resultado final suele ser que me dejo algo que luego hubiese necesitado. No me sirve por tanto el recurso de la lista.

El fastidio de hacer la maleta es tal que suelo pasarlo mucho peor pensando en hacerla que cuando por fin me pongo a ello, momento que retraso o adelanto demasiado.

En el viaje de vuelta el hacer la maleta supone mirar varias veces todos los rincones de la habitación del hotel, o de casa de mis padres, o de lo que sea, y la permanente sensación de que me dejo algo. En realidad creo que nunca me he dejado nada, pero esa sensación perdura hasta después de deshecho el equipaje, ya en casa.

Podría alegar todo eso, pero la psicología moderna no me merece credibilidad. Así que tal vez en vez de la psicología moderna podemos hacer un análisis Freudiano y concluir que mi repulsión se debe a algún oculto instinto sexual irrefrenable.

Este... creo que en realidad se trata de una manía irracional.

Es tan irracional que desde que leí el artículo Maleta sabía que escribiría este, pero cada vez que pensaba en hacerlo me invadía el tedio, el desánimo, la sensación de... hacer otra maleta y lo aplazaba con desgana o incluso miedo.

Por fin lo he escrito. Y esta tarde empiezo a hacer mi maleta.

miércoles, 22 de julio de 2009

Un 21 de Julio




Ayer “perdí” dos horas en esta página, así estoy ahora de dormida. Os la recomiendo encarecidamente, enlaces, links y rigurosidad.




En realidad yo no tenía dudas, hay una prueba irrefutable de que el hombre llegó a la Luna: La propia naturaleza humana. Si fuera tan fácil como mirar unas fotos probar que era falso, los rusos lo hubiesen dicho en dos horas. Había mucho en juego. Pero la página me parece impresionante y apabullante.

Es lo mismo que lo del nivel del mar y el calentamiento global: Una afirmación real dicha de forma poco rigurosa, apartada de la ciencia, se convierte en falsa.

martes, 14 de julio de 2009

Maleta


Disfruten en tiempo real cómo se hace una maleta de vacaciones veraniegas.

Uff, qué pereza. Otra vez a hacer la maleta. Y encima esta debe ser una maleta copiosa pues estaré bastantes días fuera. Y, para colmo, no puedo llevar más que una maleta porque los primeros días los pasaré en una casa con no demasiado espacio y, además, no quiero ir cargado con demasiados bultos, que me agobio.

Lo primero: mentalización. Relajarse y hacerlo sin prisas. Pero me temo que me he relajado demasiado: que llevo una hora delante de la maleta vacía y así sigue.

Lo segundo: organización. Ya tengo mi lista-bosquejo de las cosas que debo llevarme. Pero tendré que añadir algunas más, sin duda.

Lo tercero: acción. A levantarse y a empezar a hacerla. Voy a ello. Pero mejor me espero un rato leyendo el periódico. Noooooo…. ¡Arriba! Empecemos.

La primera en la frente: llevo tanta lectura que ya pesa un montón. Así que decido olvidarme la regla de oro de llevar-una-maleta y cojo una pequeña mochila auxiliar.

Como compensación, buscando otra cosa he encontrado un sobre con un dinero que no recordaba tener.

Cargador del móvil, cargador de la DS, cargador de la máquina de fotos…..¿no podían ponerse de acuerdo los fabricantes en hacer un único cargador?
Ainssss…olvidaba el cargador del portátil.

Ropa interior. Ni mucha, que abulta, ni poca que…..ejem.

Pantalones: lo mínimo.

Camisas y polos: una de bonito, por si se pasea en plan fino, y el resto pueden ser esas cosas atrevidas que me regalan y que no me atrevo a ponerme en la ciudad: ventaja de los sitios playeros. No olvidarme camisetas que, en la práctica, es lo que llevaré un 80% del tiempo.

Pijamas. Total, para acabar durmiendo como Tarzán. Pero hay que echarlos.

La maleta está casi llena. Y me faltan cosas y el portátil. Esperemos que quepa todo.

Sigo.

Bolsa de aseo. La madre que parió a los fabricantes de espuma de afeitar. No hay manera de encontrar un bote pequeño.

Cremas solares. Aseguremos el tapón no pase lo que el año pasado.

Y fin. Terminé, a falta de incorporar el maletín del portátil y el disco duro auxiliar. Creo que cabe, creo que cabe, yupi.

Ummmm…
Ummmmmm…..
Falta algo.
Lo presiento.
Oh, ya: las chancletas playeras.

Fin (eso espero)

jueves, 9 de julio de 2009

Mitología


El Cazador Orión era hijo de Hirieo sin conocer mujer, por obra de los Dioses.

Orión era un gigante que tenía por armas un escudo y una espada. Con ellas salvó al reino de Quíos de todas las bestias que lo acechaban, muy especialmente el Toro. Todo ello lo hizo por conquistar el amor de Mérope, cosa que no consiguió. Cuando Orión salía a cazar todas esas bestias lo hacía siempre acompañado de dos perros de caza. El perro más grande de ellos se llamaba Sirio. Y a pesar de su desdén, Orión siempre siguió enamorado de Mérope.

Sin historias como esta no existiría nuestra cultura tal cual la conocemos. Seríamos algo diferente. Pero aparte de una historia muy bonita, es importante hacer notar que hubo un tiempo que alguien creyó como verdadera con fe. Aún hay alguno que lo hace.

Hoy en día seguimos teniendo muestras y rastros de esta cultura milenaria en nuestras vidas, tradiciones y ciencia. Cerca del cinturón de Orión observamos la estrella más brillante desde la Tierra, después del Sol:


Los egipcios también adoraban a Sirio. Pensaban que era un envío de los Dioses para anunciar la crecida anual del Nilo.

Propongo que cambiemos el nombre a las estrellas pues tienen una connotación religiosa y evangelizante, y lo de la tradición es una pamplina. Sirius, por ejemplo, debe llamarse por su nombre científico puro: "Alfa Canis Majoris" (La primera en luminosidad (Alfa) del Can Mayor). No, el Can Mayor no nos sirve. Esa nomenclatura del XVII o así también se desecha aunque aún hoy convive en ámbitos científicos con otras creadas después.

Quien piense que los nombres de las estrellas se pusieron de antiguo y que hoy en día, libres de la influencia religiosa de los griegos, se nombran de otros modos no acierta. En el siglo XX se descubrieron y nombraron las lunas de Neptuno Proteo y Nereida.

Supongo que cuando hay creyentes cerca en espacio y tiempo la percepción de lo religioso como cultural cambia. Pero si se defiende que lo religioso debe deshecharse porque el argumento cultural es interesado, cuando miremos al cielo en una noche de invierno y veamos la estrella más brillante, no podremos enamorarnos de Mérope que apareció unas noches antes. Ni temer por la vida del cazador al que pronto acechará el escorpión que le dio muerte. Ni eso nos llevará a preguntarnos por qué se ve tanto ese punto de luz frente al resto, y a investigar que Sirio en realidad son tres estrellas.

Y esas tres se llamarán AJ48 o algo así similarmente aséptico. Un nombre que obviamente no es memorísitico, cultural, no significa nada y por tanto no me sé.

lunes, 6 de julio de 2009

Karl Malden


Ha muerto Karl Malden. Para las nuevas generaciones el nombre de este actor quizá no sea muy conocido pero cualquiera que consulte su filmografía quedará anonadado ante la lista de excelentes películas en las que participó, generalmente como secundario.

Su peculiar rostro pareció encasillarle a los papeles de malvados con alguna patología sicótica pero en ocasiones interpreto personajes bondadosos. Podía hacer de militar, minero, sacerdote, pistolero y en todas sus actuaciones consiguió ser convincente.

Buena parte de sus mejores interpretaciones las hizo bajo la dirección de Elia Kazan. Fue él quien apoyó con tesón que a este director se le concediera un Óscar honorífico.

Este fue un gesto que le honró: Elia Kazan se había convertido durante años un apestado entre la progresía hollywoodense.

La causa había que buscarla cuarenta años atrás durante el período de la caza de brujas. Hollywood se dividió entre los que apoyaban la histeria anticomunista (Walt Disney, Cecil B. de Mille, Gary Cooper, por citar ejemplos preclaros aunque no los más significados ni vehementes) y los que se declaraban o simpatizantes o escandalizados con lo que estaba sucediendo (Humprey Bogart, Lauren Bacall, Chaplin, John Garfield…).

Kazan tuvo el papel más duro de todos, el que le hizo ser despreciado por unos y por otros: fue un delator de sus compañeros del Partido Comunista.

Me gusta el cine de Kazan. Incluso aquellas películas que, metafóricamente, tratan de hacer una apología de la delación (como la Ley del silencio) o de que toda revolución acaba corrupta (Viva Zapata).

Su figura es trágica: la de un progresista verdadero que por cobardía, mucho más que convicción, reniega de sus compañeros de viaje.

Me pareció justo que le concedieran el Oscar honorífico. Y me gusta pensar que los cobardes también podemos tener buenos amigos que se acuerdan de nosotros.

Ha muerto Karl Malden. Ha muerto un buen hombre.

jueves, 2 de julio de 2009

Decoro



El señor Bono es un caballero a la antigua usanza. Se ocupa de su imagen sin necesidad de dar ninguna sensación de esas que los hombres consideran aún hoy y a pesar de lo modernos que somos como signo de que se es de la acera de enfrente, aún sin serlo.

Ha dicho el señor Bono que para ir al Congreso hay que mantener un cierto sentido del decoro, y por ello ha dictado unos criterios para vestir y con ellos ha desatado la polémica. No curiosamente por los criterios en sí, sino porque los hombres afectados (principalmente los periodistas que cubren las sesiones) afirman que son discriminatorios. En resumen, que por qué una mujer puede ir al Congreso en sandalias y pantalón corto y ellos no.

Viene al pelo porque el otro día nos fijamos en algo parecido su Excelencia y yo, primero en el metro y después en una terraza cool que da para otro artículo. Y es que no es lo mismo un pantalón corto de vestir, elegante y bien combinado, sobre unas piernas cuidadas por alguien que saben que serán vistas y a la que le importa esto, que unas bermudas que igualmente podrían usarse como bañador, que es lo que muchos hombres visten. O no son lo mismo unas sandalias de piel y tacón pensadas para el uso urbano que unas chanclas de piscina. Entre otras cosas porque las primeras no se ponen con la excusa de estar cómoda porque directamente no son cómodas.

Al final es todo una cuestión de buen gusto, y no es cosa de ahora. Cuando yo empecé a trabajar los consultores debían ir con traje y corbata mientras que a las mujeres sólo se nos exigía ir arregladas, sin especificar. Las alegaciones masculinas que entonces había han terminado cuando las empresas, no pudiendo ya exigir (los primeros sueldos directamente no dan para un traje) han suavizado esta condición, y la norma es ir apropiados sin más para todos. Desde entonces las mujeres hemos seguido yendo más o menos igual que antes, mientas que ya conozco 3 casos en los que han tenido que llamar la atención a algún hombre: A uno por llevar un pantalón deportivo (y este chico es metrosexual completamente), a otro por llevar chanclas de plástico, y un tercero, juro que es cierto, por llevar una camiseta de propaganda de Durex al trabajo. Y la norma no es discriminatoria, es todos por igual.

Por supuesto que habrá excepciones con las que soy injusta con esta generalización, bien sean excepciones estilo Bono o estilo Beckham, y así mismo mujeres que vistan inadecuadas. Pero son eso, excepciones, porque al final es una cuestión social. Hay otro ejemplo de actualidad en otro orden de cosas: Volviendo al metro, en los asientos contiguos del mismo, si puedo elegir si sentarme junto a una mujer o junto a un hombre elijo lo segundo. El motivo es que el primero va a ocupar con sus piernas asiento y medio, pues su hombría le hará ir... cómo lo digo finamente... despatarrao. No es cosa de excepción, mirad la foto de la reunión en la cumbre del mundo e imaginad qué se habría dicho de una Ángela Merkel en una postura similar. Simplemente... es que no. Parece cosa del código genético o algo así.

Y ese código genético que prima la comodidad sobre la elegancia trae la necesidad de códigos de decoro. Tras el viaje en el metro que he contado antes vimos una película de las clásicas. En ella lleva corbata hasta el chico de los recados. Las mujeres de hoy en día no somos elegantes como nuestras abuelas, pero los hombres es que directamente han perdido el norte, y apelando al calor y a la comodidad los tiempos les han dado la mano y ellos han tomado el pie. O los pies cuando hablamos de chanclas.