martes, 8 de septiembre de 2009

Nos manejan



Escribo esto desde una profunda indignación. Lo pongo por delante porque aunque voy a intentar mantener las formas tal vez no pueda contener algún exabrupto fuera de tono.

Nos venden que vivimos en una sociedad democrática, que todos tenemos los mismos derechos y las mismas oportunidades. Que hemos conseguido el sistema social ideal. Tengo mis dudas. La democracia fue un sistema inventado en una sociedad en la que el 90% de las personas no formaban parte de ella. Es decir, que sólo el 10% era democrática. Exportar esto a una sociedad sin esclavos tiene muchos problemas. Empezamos por que por valía no somos todos iguales, pero eso nos lleva al escabroso asunto de cómo decidir quiénes son más válidos, y no tengo solución para ello. Así que no entro ahí. Pero es que además tenemos el problema de cómo hacer participar a una masa tan grande de gente. Lo que hacemos ahora no es democracia, pues sólo hay voz durante un segundo cada cuatro años, los partidos no son democráticos por dentro y la elección tampoco lo es.

Pero bueno, acepto que nuestro sistema es el mejor posible, o al menos el mejor de los ensayados o ideados hasta ahora.

Para que sea así, debemos evitar la creación de castas, fomentar la igualdad de todos ante las leyes de todos, y que todo el mundo tenga su oportunidad. Nos explican que la perfección de nuestro sistema viene dada por las ideas de Montesquieu, un gabacho ilustrado que ideó que para que un sistema fuera justo, limpio, libre e igualitario el poder debía estar dividido. Tres poderes, una sociedad: Ejecutivo, legislativo y judicial, independientes entre sí.

Nos cuentan que ese es el modelo que rige nuestros destinos, y que por eso tenemos la división social perfecta. Y nos lo creemos. Tiene las imperfecciones típicas de cualquier cosa humana, las leyes tienen fisuras, pero el sistema es bueno y funciona bien.

Y hoy nos encontramos con esto:

La vergüenza de nuestra supuesta democracia

¿Se puede saber qué coño es eso?

Pues es que todo lo demás es muy bonito, pero la realidad es que vivimos en una sociedad en la que unos pocos dirigen el cotarro; Para cualquier basura de trabajo se exige una preparación y cultura, mientras que a nuestros dirigentes sólo les exigimos la capacidad de medrar dentro de su partido, no importan los métodos. Los que tienen el dinero dictan las normas de cuándo nos podemos comprar una casa, cuándo movernos, cuándo hay crisis y cuándo no. Los políticos saben bien quién les da de comer. Viven en sus poltronas sin haber demostrado más que saber cómo le gusta a su jefe que se la menee. Y nuestra independiente justicia cucharea en los pasillos para asegurarse de que el poder político queda contento.

Váyanse todos, señores. Pero a la mierda.

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