domingo, 20 de septiembre de 2009

Leyenda muy negra




Thomas Moore, o Tomás Moro como se castellaniza su nombre, fue canciller de Enrique VIII. Por negarse a repudiar la supremacía papal fue condenado a muerte y decapitado. Los vericuetos legales de la condena son bastante más prolijos pero ese es el resumen de la historia.

Sobre el temperamento de Moro sólo tengo dos referencias ya que tampoco mi curiosidad me ha llevado a investigar más.

La serie televisiva Los Tudor lo presenta como un hombre íntegro aunque bastante intransigente. Poco menos que un ayatola del catolicismo.

Sin embargo, la película Un hombre para la eternidad lo presenta de una manera mucho menos rígida. Una persona con sentido del humor y generosidad. Y, además, deseando librarse de las penas de cárcel y muerte, recurriendo incluso a triquiñuelas legales, pero obediente al fin con su conciencia y, por tanto, obligado a enfrentarse a su rey por no enfrentarse a su dios.

Creo que el carácter real, a juzgar por algunas anécdotas de sus biografías, concuerda más con la visión de la película. Además de más simpático, lo humaniza.

En varios momentos del filme Moro comenta que a él no le puede pasar gran cosa. Que está en Inglaterra donde hay garantías jurídicas, no como en España.

Reconozco que la insistencia del personaje, o los guionistas, con comparar a España con un reino bananero me llegó a molestar. Y me hizo pensar en la leyenda negra que sobrevuela como un nubarrón sobre la España de los siglos XVI y XVII. Que en los posteriores siglos ya no hace falta tal leyenda negra, porque España ya era imperio de segunda fila y los envidiosos vecinos no necesitaban de tanta publicidad negativa.

En efecto, señor Moro: Inglaterra no era España.

En España expulsamos a judíos y moriscos. Creo que el pecado más imperdonable de nuestra historia. Ustedes se limitaron a dejar de morir de hambre a los irlandeses.

En España sojuzgamos a naciones de América. Ustedes las usaron para enfrentarse a los franceses y luego las exterminaron.

En España son raros los casos de nobles ejecutados por arrimarse demasiado al poder. En Inglaterra, ni su antecesor, ni usted ni sus enemigos que le sucedieron sobrevivieron mucho a la pérdida del favor real.

En España parece que la inquisición funcionaba a mansalva. Ustedes se limitaron a cerrar conventos y a encarcelar a los católicos, y, por paradójico que pueda parecer, a quemar a luteranos por herejes antes y después de la ruptura con Roma.

En España los reyes tenían a sus amantes escondidas para que no estorbaran demasiado. En su país, su rey tuvo que montar la de Dios es Cristo (o la de yo-soy-la -cabeza-de-mi-iglesia) para poderse casar con su concubina.

En España a Felipe II se le muere un hijo y Verdi hace una ópera que lo pone a parir. En Inglaterra no parece importarles demasiado que un rey despache una tras otra a sus mujeres.

En España la miseria inspiró la novela picaresca. En Inglaterra a un pícaro a la española le hubiesen marcado con hierros o cortado la nariz y orejas.

En España se captura en batalla al rey de Francia y se le trata razonablemente. En Inglaterra decapitan a la reina de Escocia.

Y además, donde esté el sol de España, que se quite el tiempo de Inglaterra. He dicho.

1 comentario:

  1. "En España sojuzgamos a naciones de América." Siempre y cuando "sojuzgar" signifique "violar, maltratar, torturar, asesinar, quemar, descuartizar, robar" a 43 millones de "infieles" pobladores originarios... Lea "Las venas abiertas de Latinoamerica" de Eduardo Galeano, compañero, y sabrá de lo que no habla.

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