jueves, 7 de mayo de 2009

Derechos que son deberes (Paternidad)


Dos advertencias previas:
Uso la palabra “paternidad” en el sentido amplio incluyendo, pues, la maternidad (que me perdone Bibiana si la lengua española permite esa ambigüedad).
La segunda advertencia es que hablo de una paternidad deseada, no aquellas en las que el embarazo es todo menos una alegría.
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Nada impide, si así lo desea, a un adulto ejercer de padre. Habitualmente los requerimientos previos son mínimos y agradables y el anuncio de la llegada de un nuevo miembro a este mundo suele estar lleno de parabienes.
Las razones por las que se decide ser padre pueden ser muy distintas: una llamada de la naturaleza, un escalón más en la unión de una pareja, el deseo de completarse como ser humano, ayudar a una criatura desvalida a desarrollarse, buscar un seguro contra la vejez desasistida, tener la ocasión de probar vestiditos a una criatura, el no sentirse bicho raro entre las demás parejas con prole, etcétera.
Posiblemente la razón no sea única y haya una mezcla de muchas de ellas no todas racionalizables. En cualquier caso, es un derecho que tenemos los adultos y que muchos hemos ejercido.

Pero si hay un derecho que inmediatamente se convierte en un peliagudo deber es la crianza de un vástago. No hablo de las noches en vela, de los biberones cada tantas horas, de vigilar que no se rompa la crisma cuando empieza andar, de las visitas al pediatra, de las tardes en el parque…
Hablo de mantener y educar al niño.

El aspecto de la manutención es harto paradójico: los mismos que ejercieron su derecho a la paternidad sin pedir permiso al estado, exigen luego ayudas varias en guarderías, libros escolares, deducciones de la renta, etcétera. Pero, por otra parte, el mismo estado es el que con sus pomposos discursos hace ver a esos padres que, a pesar de lo abarrotado del mundo y de la tasa del paro, tener niños es algo buenísimo para la sociedad. Y es el mismo estado el que luego racanea ayudas y mira al otro lado cuando esos niños económica, afectiva o educacionalmente no están bien asistidos por sus progenitores.
Reconozco que ambos discursos, el de los padres -pedigüeños y el del estado-Capitán Araña (hale, hale, tened niños que yo me despreocuparé de ellos) me producen cierta perplejidad y, seguro, las iras de ambas partes si tienen ocasión de leer estas modestas reflexiones.
No obstante, el amor todo lo puede y las necesidades materiales de los hijos no suelen ser desatendidas por sus padres por lo que, a trancas y barrancas, el sistema parece funcionar en ese aspecto.

Lamentablemente, no se puede decir lo mismo de las necesidades espirituales de los hijos.
Parece que, una vez la semillita de papá ha entrado en mamá, una no despreciable cantidad de progenitores se despreocupan de educar a sus hijos. Da igual que los padres sean mineros o ministros el hecho es que desde fuera, los que no tenemos ningún vínculo con su prole, observamos la desatención del espíritu.
Las más obvias normas de educación son dejadas de lado para que el niño no se traumatice. Si el niño quiere jugar al guerrero ninja en un restaurante, correteará entre mesas ajenas sin la menor reconvención de sus padres; si suspende siete asignaturas, los profesores le tendrán manía. Si Pepito le llama a Juanito tonto y Juanito le da una somanta de palos a Pepito, tengan la seguridad de que los padres de Juanito justificarán a su niño y dirán lo que del otro es mucho peor.
¿Puedo referir el caso de la madre enfadadísima porque un profesor llamó “besuga” a su hija que no paraba de incordiar? Tanta preocupación tuvo por el atropello incalificable del enseñante que olvidó vigilar a su hijita preadolescente. Al poco, a punto estuvo de fugarse con el novio.

No termino de entender las causas de tal descalabro: que una parte importante de los padres consideren que han cumplido con su misión educadora una vez que (no sin protestar por lo caros que son) le han comprado los libros de texto a los niños y le han obligado a hacer la primera comunión (no sin protestar por la pérdida de tiempo que supone ir a catequesis) resulta desconcertante cuando actitudes semejantes seguro serían criticadas del vecino.
Hace tiempo se le echaba la culpa a que España salía de una dictadura y que, por una acción de rechazo a las normas impuestas, se relajó la disciplina. Pero ese tópico ha dejado de ser cierto cuando los padres de hoy han vivido toda su vida adulta en democracia.

Cabe el triste consuelo que los niños se hacen mayores y pueden llegar a cambiar de actitud. Tengo mis serias dudas pero trataré de ser optimista y de recordar que no todos son así. Que algunos niños y jovencitos no sólo pueden llenar de orgullo a sus padres sino a quienes los conocen.

3 comentarios:

  1. Yo siempre digo que a nadie le piden referencias para ser padre, y a aquellos que quieren adoptar un hijo (que lo han meditado y decidido normalmete tras una consideración exhaustiva) les ponen muchas pegas y condiciones. Estos padres seguro que quieren educar a su hijo.
    Además este hijo ya ha nacido y necesita amor y sobretodo padres, no esperar años a que puedan adoptarle ¿tántos trámites cuesta esto?

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  2. Creo que este es el artículo más bonito y mejor que te recuerdo, me ha gustado muchísimo.

    Sobre la paternidad y los padres podría decir muchas cosas, pero no debo. Es una tarea muy difícil para la que no me siento capacitada para juzgar.

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  3. Si a los padres biológicos se les exigieran los mismos requisitos que a los padres adoptivos, ni un 20% de nosotros existiría. Más sangrante es que en determinados países los requisitos sean tremendos cuando su población muere de hambre o vive pobremente. Entiendo que haya que vigilar que los futuros progenitores no sean unos desalmados pero. por una pequeña cantidad de ellos que pueda existir, los retrasos y complicaciones burocráticas hacen que miles de niños esperen durante tiempo y tiempo en hospicios.
    Mención aprte es lo de ciertos países (del este de Europa fundamentalmente) donde además del papeleo habitual y legal, se requieren sobornos.

    Y, contestando a Milady, no se preocupe. Nadie es capaz de juzgar bien la tarea de los padres. Ni ellos mismos que, muchas veces, desconocen hasta las verdaderas motivaciones por las que son padres.
    En cualquier caso la parte logística, como he comentado (baños, comidas, médicos, etc) es la más apabullante pero la más sencilla: porque se ve inmediatamente lo que se necesita y el resultado es inmediato. Pero criar un niño medianamente educado puede ser complicado. Ni siquiera los hermanos se parecen en comportamiento entre ellos por lo que no existen recetas infalibles. Se necesita, eso sí, mucha suerte.

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