viernes, 15 de mayo de 2009

¿Cosmopolita?


La palabra cosmopolita viene del griego "ciudadano del mundo", y resulta que no aparece como acepción válida en el diccionario de la RAE atribuida a una ciudad. Pero como se aplica bastante, supongo que podemos darle la vuelta y decir que una ciudad es cosmopolita si en ella cualquier ciudadano del mundo puede sentirse como si fuera el lugar donde él vive. Según esto, sería cosmopolita aquella ciudad en la que conviven o puedes encontrarte a gentes diversas, y todas las culturas tienen cabida.

Pero no es ese verdaderamente el sentido que pensamos. Cosmopolita debe ir unido además a un aura de modernidad. Es decir, debe encontrarse como en casa no cualquier ciudadano del mundo, sino cualquier ciudadano moderno. Si no te adaptas a esa modernidad es que tú no eres cosmopolita. Y por supuesto eso es malo.

Una ciudad lo contrario a cosmopolita sería paleta.

Madrid es una ciudad en la que conviven hoy en día gentes de muy diversas culturas y nacionalidades, sin más problemas que los que se dan en cualquier otra ciudad de su tamaño y entorno. Igualmente es una ciudad de modernísimas instalaciones e infraestructuras y variadas posibilidades culturales. Pero es muy común escuchar despectivamente que alguien dice que Madrid no es cosmopolita.

Isidro fue un agricultor nacido en el siglo XI. Pero su santificación por parte de la Iglesia no se produce hasta el siglo XVI. Durante todo ese periodo, los madrileños tuvieron en él un patrón extraoficial. Era un hombre del pueblo que tenía su casita y sus campos a las afueras, lejos de las murallas, que era bueno y justo y por ello los ciudadanos sencillos le atribuyeron su aura de santo. Cinco siglos sólo valieron para que esa opinión creciera. En el XVI se produjo el milagro oficial que al pueblo en nada sorprendió.

Aún hoy los madrileños, mayores o jóvenes y creo que no hace falta decir que la religión ya no tiene mucho que ver, consideran a Isidro como uno de los suyos. Era un hombre de aquí, trabajador ahí por Carabanchel.

Cuando se trata de hacer fiestas, Madrid vuelve a ser una pequeña villa. Hay conciertos cosmopolitas en instalaciones cosmopolitas, hay actividades deportivas cosmopolitas, exposiciones cosmopolitas. De todo eso disfrutan madrileños y cosmopolitas forasteros. Pero lo importante es que Madrid se hace popular. Se asiste a las verbenas que siguen siendo parecidas a las de antes y se baila al son de un organillo. Se va de romería junto al Manzanares o a las vistillas según la fecha. En el centro, los bares salen a la calle, y todos son bienvenidos.

Supongo que recibir al visitante en edificios del XIX con carteles en una lengua minoritaria que pocos comprenden, organizar unas casetas engalanadas de farolillos en las que se bebe fino y apenas puedes participar si eres de fuera, o celebrar la fiesta en una casa gastronómica en la que si eres mujer no tienes cabida ni aún siendo autóctona, debe ser más cosmopolita a tenor de los comentarios que oigo en la comparativa con otras ciudades.

Supongo, pero tal vez no. Tal vez lo que debe es ser que el término cosmopolita no se debería aplicar a una ciudad, porque tan bonito es ser moderno como no olvidar tus raices pero porque las sienten así los ciudadanos, no por imperativo legal. Hasta cuando Madrid lidera una corriente cultural se trata de algo popular que surge espontáneamente y que no tiene comparación con nada que ocurriera fuera, como fue la movida de los 80.

Madrid no es paleta. Es castiza, y a mucha honra. ¡Viva San Isidro!

2 comentarios:

  1. Bueno, pues aprovecho para daros la enhorabuena por el blog, el fondo me parece una excelente elección xD. El contenido, de momento, me gusta. Espero que sigais, buena suerte!!

    P.D ¡¡Vivan las ferias, sean donde sean!!

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  2. En efecto, sorprende lo pueblerino de las fiestas madrileñas. Disminúyase la proporción de chiringuitos y de casetas (casi todos ofreciendo lo mismo) y esta fiesta no desentonaría, incluso parecería modesta, en un pueblo manchego.
    Madrid no tendrá nunca un carnaval famoso, ni unas fallas, ni unos encierros (a pesar de que al santo se le dedique la mejor feria taurina del mundo), ni una feria con millones de bombillas.
    Pero no vi a nadie echar de menos eso cuando disfruté de un vaso de sangría.
    He tenido etapas de amor y de rechazo a la ciudad pero nunca me he sentido extraño en ella. Así que, deduzco, que, en efecto, Madrid no es cosmopolita. Pero puede ser hermosa y agradable si se la mira con un poco de cariño.

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