jueves, 9 de julio de 2009

Mitología


El Cazador Orión era hijo de Hirieo sin conocer mujer, por obra de los Dioses.

Orión era un gigante que tenía por armas un escudo y una espada. Con ellas salvó al reino de Quíos de todas las bestias que lo acechaban, muy especialmente el Toro. Todo ello lo hizo por conquistar el amor de Mérope, cosa que no consiguió. Cuando Orión salía a cazar todas esas bestias lo hacía siempre acompañado de dos perros de caza. El perro más grande de ellos se llamaba Sirio. Y a pesar de su desdén, Orión siempre siguió enamorado de Mérope.

Sin historias como esta no existiría nuestra cultura tal cual la conocemos. Seríamos algo diferente. Pero aparte de una historia muy bonita, es importante hacer notar que hubo un tiempo que alguien creyó como verdadera con fe. Aún hay alguno que lo hace.

Hoy en día seguimos teniendo muestras y rastros de esta cultura milenaria en nuestras vidas, tradiciones y ciencia. Cerca del cinturón de Orión observamos la estrella más brillante desde la Tierra, después del Sol:


Los egipcios también adoraban a Sirio. Pensaban que era un envío de los Dioses para anunciar la crecida anual del Nilo.

Propongo que cambiemos el nombre a las estrellas pues tienen una connotación religiosa y evangelizante, y lo de la tradición es una pamplina. Sirius, por ejemplo, debe llamarse por su nombre científico puro: "Alfa Canis Majoris" (La primera en luminosidad (Alfa) del Can Mayor). No, el Can Mayor no nos sirve. Esa nomenclatura del XVII o así también se desecha aunque aún hoy convive en ámbitos científicos con otras creadas después.

Quien piense que los nombres de las estrellas se pusieron de antiguo y que hoy en día, libres de la influencia religiosa de los griegos, se nombran de otros modos no acierta. En el siglo XX se descubrieron y nombraron las lunas de Neptuno Proteo y Nereida.

Supongo que cuando hay creyentes cerca en espacio y tiempo la percepción de lo religioso como cultural cambia. Pero si se defiende que lo religioso debe deshecharse porque el argumento cultural es interesado, cuando miremos al cielo en una noche de invierno y veamos la estrella más brillante, no podremos enamorarnos de Mérope que apareció unas noches antes. Ni temer por la vida del cazador al que pronto acechará el escorpión que le dio muerte. Ni eso nos llevará a preguntarnos por qué se ve tanto ese punto de luz frente al resto, y a investigar que Sirio en realidad son tres estrellas.

Y esas tres se llamarán AJ48 o algo así similarmente aséptico. Un nombre que obviamente no es memorísitico, cultural, no significa nada y por tanto no me sé.

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