jueves, 2 de julio de 2009

Decoro



El señor Bono es un caballero a la antigua usanza. Se ocupa de su imagen sin necesidad de dar ninguna sensación de esas que los hombres consideran aún hoy y a pesar de lo modernos que somos como signo de que se es de la acera de enfrente, aún sin serlo.

Ha dicho el señor Bono que para ir al Congreso hay que mantener un cierto sentido del decoro, y por ello ha dictado unos criterios para vestir y con ellos ha desatado la polémica. No curiosamente por los criterios en sí, sino porque los hombres afectados (principalmente los periodistas que cubren las sesiones) afirman que son discriminatorios. En resumen, que por qué una mujer puede ir al Congreso en sandalias y pantalón corto y ellos no.

Viene al pelo porque el otro día nos fijamos en algo parecido su Excelencia y yo, primero en el metro y después en una terraza cool que da para otro artículo. Y es que no es lo mismo un pantalón corto de vestir, elegante y bien combinado, sobre unas piernas cuidadas por alguien que saben que serán vistas y a la que le importa esto, que unas bermudas que igualmente podrían usarse como bañador, que es lo que muchos hombres visten. O no son lo mismo unas sandalias de piel y tacón pensadas para el uso urbano que unas chanclas de piscina. Entre otras cosas porque las primeras no se ponen con la excusa de estar cómoda porque directamente no son cómodas.

Al final es todo una cuestión de buen gusto, y no es cosa de ahora. Cuando yo empecé a trabajar los consultores debían ir con traje y corbata mientras que a las mujeres sólo se nos exigía ir arregladas, sin especificar. Las alegaciones masculinas que entonces había han terminado cuando las empresas, no pudiendo ya exigir (los primeros sueldos directamente no dan para un traje) han suavizado esta condición, y la norma es ir apropiados sin más para todos. Desde entonces las mujeres hemos seguido yendo más o menos igual que antes, mientas que ya conozco 3 casos en los que han tenido que llamar la atención a algún hombre: A uno por llevar un pantalón deportivo (y este chico es metrosexual completamente), a otro por llevar chanclas de plástico, y un tercero, juro que es cierto, por llevar una camiseta de propaganda de Durex al trabajo. Y la norma no es discriminatoria, es todos por igual.

Por supuesto que habrá excepciones con las que soy injusta con esta generalización, bien sean excepciones estilo Bono o estilo Beckham, y así mismo mujeres que vistan inadecuadas. Pero son eso, excepciones, porque al final es una cuestión social. Hay otro ejemplo de actualidad en otro orden de cosas: Volviendo al metro, en los asientos contiguos del mismo, si puedo elegir si sentarme junto a una mujer o junto a un hombre elijo lo segundo. El motivo es que el primero va a ocupar con sus piernas asiento y medio, pues su hombría le hará ir... cómo lo digo finamente... despatarrao. No es cosa de excepción, mirad la foto de la reunión en la cumbre del mundo e imaginad qué se habría dicho de una Ángela Merkel en una postura similar. Simplemente... es que no. Parece cosa del código genético o algo así.

Y ese código genético que prima la comodidad sobre la elegancia trae la necesidad de códigos de decoro. Tras el viaje en el metro que he contado antes vimos una película de las clásicas. En ella lleva corbata hasta el chico de los recados. Las mujeres de hoy en día no somos elegantes como nuestras abuelas, pero los hombres es que directamente han perdido el norte, y apelando al calor y a la comodidad los tiempos les han dado la mano y ellos han tomado el pie. O los pies cuando hablamos de chanclas.


4 comentarios:

  1. Me siento profundamente ofendido por el contenido de esta entrada, ¿a ver que tiene usted en contra de las chanclas?

    También podríamos hablar de las muchachas que van a la facultad como la que va a una boda, completamente conjuntadas y pintarrajeadas; lo cual me parece también una desproporción absoluta.

    El problema fundamental (creo) es que nuestra mentalidad evoluciona más despacio que nuestros armarios. Seguimos pensando que un señor de traje y corbata es más respetable que uno en camisetas y vaqueros, y hoy -como siempre- el señorío va por dentro (como yo, que soy un señor, y voy en chanclas a donde me dejan). Antes, todos iban de traje y corbata, y la decencia se medía según el dinero que tenías, o según lo bien que ocultabas tus líos de faldas. Cuando todos vayamos con chanclas, conseguiremos de nuevo que se nos deje de evaluar por la vestimenta.

    P.D Y que conste, que me sigue pareciendo más respetable un tio bien vestido que uno vestido como yo (para según que cosas); que le vamos a hacer :p

    ResponderEliminar
  2. Tengo poco que objetar a lo expuesto. He reflexionado sobre lo que usted alega: que una cosa es la comodidad y otra la informalidad; que los hombres creemos confundirlo y así nos va. O, mejor, así les va a los que tienen la desdicha de visionar semejantes adefesios.
    El otro día en las consultas médicas de un hospital tuve la oportunidad de admirar como un septuagenario usaba unos espléndidos calcetines combinados con pantalones cortos. El acompañante cuarentón de otro anciano, este sí adecuadamente vestido, lucía el típico uniforme veraniego levantino: pantalón corto y chancletas.

    Me tomo la molestia de especificar las edades porque creo que a los adolescentes se les deben perdonar ciertas ligerezas indumentarias si no ofenden demasiado: al menos sus cuerpos sueles ser agraciados y se les presupone, supongo que erróneamente, que mejorará su gusto con la edad.

    Por llevarle la contraria en algo, señora, no me importa afirmar que en el verano la indumentaria fémina en ciertas ciudades es tan deplorable como la masculina. Rara es la fémina que no enseñe (voluntaria o involuntariamente) parte de su ropa interior. Muchas de ellas deben dejar sus complejos en el armario a la hora de colocarse ciertos trapitos; a esto último le veo su lado positivo: dudo que padezcan problemas de autoestima quienes se visten con varias tallas menos y enseñan lo que púdicamente debería quedar oculto por la estética ya que no por la decencia.
    Podrá usted argüir que la mayoría se viste de esa manera no para trabajar, sino para pasear. Puedo darle la razón pero eso quizá me descorazona más todavía pues, presupongo, que con esas pintas se creen elegantes o atractivas.
    Y ahora debo despedirme. Tengo que salir y debo buscar mis chancletas, que o las encuentro.

    ResponderEliminar
  3. Ender, yo no creo que sea una cuestión de respetabilidad. Es decir, ayer ví a un hombre que conozco de mediana/alta edad con pantalón corto, polo de sport y zapatillas veraniegas y mi impresión ante él fue "qué elegante es este hombre". El contexto era veraniego y dentro de él iba elegante y discreto. Probablemente también cómodo.

    Athos, creo que es que el look cómodo es feo. Luego cuando las mujeres deciden ir cómodas van tan feas como cuando lo deciden los hombres. Ese de hecho creo que es mi pecado, pues yo no soy elegante :(

    Pero la diferencia es que es más común entre las mujeres que cuando no se trata de ir cómoda sino de ir adecuada lo hacen. Es decir, sacrificamos la comodidad por la elegancia.

    ResponderEliminar
  4. He de decir que cuando voy elegante me encuentro cómoda el 98% de las veces, incluso con tacones. Pero el 2% de las otras veces me aguanto. Es este punto el que nos diferencia de los hombres, no creo que ninguno se aguante para ir elegante.
    Las chanclas no son inapropiadas, siempre y cuando vayas a la playa o a la piscina.
    La elegancia está en saberse vestir para cada ocasión, no en la ropa que llevas.

    ResponderEliminar

________________________________________________________
¿Qué opinas sobre el artículo de hoy?