domingo, 2 de agosto de 2009

El horror, siempre el horror....


Ayer tuve una experiencia traumática. Y eso que no fue completa.

Para colmo, cometí un delito. O eso dicen, aunque es mentira. Y gorda.

En resumen: vi en plan pirata unos quince minutos seguidos, y algunos más de picoteo, del gran último éxito del cine español: Mentiras y gordas.

Que la película era un bodrio podía figurármelo por las críticas que leí en su momento y por el careto de los directores. Ya hace años tuve la osadía (esa sí me la tragué entera) de ver una de sus películas por la tele: Atómica. Es un misterio para mí como después de aquello a esos señores les han dejado seguir trabajando en el cine pero aquí los tenemos, convertidos en los reyes de la taquilla.

La razón de ser de esta película es que a las cadenas privadas de televisión les parece más rentable gastar su obligatoria por ley aportación al cine español en productos donde incluyan a sus estrellas que en auténticos producciones cinematográficas: sí, esas en las que se requiere actores, guionistas, fotógrafos y directores.

La fórmula es simple como la del agua: se eligen a actores televisivos muy jóvenes, se les desnuda y se les pone a fornicar en todas las posibilidades combinatorias posibles. Ni siquiera en bonito plan romántico sino en sitios cutres, preferiblemente llenos de meados y vómitos y con un frenesí más propio de la cópula de algunas especies de insectos que de seres humanos.


Como para inventarse gags resulta que hay que usar el cerebro y Mariano Ozores ya está muy mayor el hombre para echar una mano, mejor plagiamos el argumento, solo que a lo bruto, de Historias del Kronen y hacemos que los protagonistas se droguen hasta con azúcar glas.

Así, de paso, podemos rematar la película con un mensaje del tipo “Drogarse es malo” aunque más parece que la película lo que pretende transmitir es la frase del chiste de Gila “Me han matado un hijo pero lo que nos hemos podido reír” travestida en este caso en “Se mueren uno o dos de los amigos de sobredosis pero lo que hemos podido follar….”

Mención aparte merece el hecho de que los jóvenes aparezcan descontextualizados: no tienen ni padres ni sabemos de dónde sacan el dinero para meterse de todo.

Pero eso, claro, es suponer que existe un guión. Que debe existir porque lo firma nuestra ministra de Cultura. Pero se les olvidó rodarlo.

De la labor de dirección, no hablo porque no es de caballeros insultar sin posibilidad de que te respondan.

De los actores, decir que todos ellos están horripilantes.

Dicen algunos comentarios que sólo se salva de la película Ana Polvorosa, la que hace de Lorena en la serie Aída. Yo ni a ella la salvaría y eso que es la serie su interpretación es buena. De hecho, allá por el minuto 30, perpetra la peor escena de la película. No pienso poner el texto del seudoguión porque me da vergüenza escribir ciertas palabras (yo soy de otra generación, desde luego) pero lo que es digno de verse es la interpretación de esas frases en, por supuesto, una escena de sexo.

Por cierto que Ana Polvorosa coprotagoniza una de las escenas más delirantes de la película cuando, como la cosa más natural del mundo, conoce a otra chica, se meten en el baño y, mientras una de ellas hace sus necesidades, se drogan un poquito. Que, como todo el mundo sabe, es la manera habitual de hacer conocidos.

Y no sigo. No porque no podría seguir, sino porque pierdo el tren. Donde, espero, me pongan una película con guión e intérpretes. Aunque no les vea usar sus agujeros para meterse carne ajena y droga. Ñoño que soy, vamos.

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