Aunque no salga en el telediario junto con las entregas de libros y rosas, hoy, 23 de Abril, se celebra la fiesta de Castilla y León.
En 1517 Carlos I (nieto de los Reyes Católicos e hijo de Juana la Loca, nacido y educado en Flandes) es nombrado rey de España. Cuando llegó a nuestro país no hablaba castellano, subió impuestos y nombró una mayoría de consejeros flamencos. Ya en 1519 es elegido emperador de Alemania, y para costear el viaje necesita recaudar fondos de Castilla. Ese fue el detonante de la rebelión que estalla en Toledo y se extiende por varias ciudades españolas (Burgos, Cuenca, Guadalajara, Salamanca, Segovia, Valladolid, Zamora…) No deja de ser una revuelta, y el 23 de abril de 1521 las tropas imperiales vencieron al ejército comunero e hicieron prisioneros a los cabecillas de la rebelión, Padilla, Bravo y Maldonado, que fueron decapitados en la plaza de Villalar el 24 de abril de 1521, y fin de la historia.
Cuando nadie en la Península tenía todavía conciencia de País ya existía Castilla, típicamente feudal con sus fronteras cambiantes, en dónde se rendía pleitesía de forma jerárquica (a cambio de favores o por la fuerza según cuadrara) de vasallo a señor hacia arriba llegando al Rey. Fue en nombre de Castilla por ejemplo el descubrimiento de América, concretamente para el Rey de Castilla.
Castilla y León tiene la bandera más antigua de toda Europa. Es una comunidad de vas y vienes y continuas luchas por un palmo de terreno duro y frío, seco. Así somos sus habitantes, secos y fríos, hechos al clima. A pesar de toda esa Historia ninguna de las comunidades castellanas es reconocida como Comunidad Histórica. ¿Por qué? ¿Porque no hablamos otra lengua distinta de la española? ¿Porque su evolución histórica ha ido de la mano de la de la nación global a partir del, pongamos, 1513?
El episodio de los Comuneros es uno más de esa Historia rica en dimes y diretes en los que cada trocito de tierra ha sido León, Castilla, Tierra Mora, Castilla y León, Portugal, Zamora, España. En un momento en el que España estaba naciendo los castellanos lucharon por seguir siéndolo y no venderse a los extranjeros. Estaban oprimidos y se levantaron. Perdieron, pero la guerra valió a Carlos I para darse cuenta de que gobernaba a un tipo de personas y que debía de utilizar unos parámetros muy diferentes para ellas a los que estaba acostumbrado. Carlos I se “españolizó”, no a la fuerza pues no fue derrotado, pero sí por la forma de ser de unas gentes. Ahí están para demostrarlo su catolicismo frente a los príncipes protestantes (y todas las guerras sucesivas mezclando religión y política), que sigue viviendo en Castilla en vez de en Austria y otros etcéteras. Al final Castilla se quedó con el rey flamenco y el rey flamenco se hizo castellano.
Hay mucha polémica con la elección del día. Si a alguien se le ocurre otro momento para representar la comunidad de Castilla y León que me lo diga, yo lo he pensado y no se me ocurre ninguno mejor entre otros similares. Pero, como un episodio más de la historia castellana, el día se escogió con sin consenso, disgregando a los habitantes de nuevo. Se tomó casi como símbolo de sublevación al rey en el siglo XX, por los de a favor y por los de en contra de la elección. Y eso hace que los castellano-leoneses en su conjunto no lo acepten, y hoy en Villalar apenas habrá representación pública oficial, y las mil o poco más personas que se acerquen tendrán casi todas banderas republicanas o con la hoz y el martillo para recordar, no lo olvidemos, una sublevación de señores feudales y no del pueblo.
Y apenas se verá ninguna bandera con dos torres, dos leones, cuartelada en campo de gules y plata, la más vieja de Europa. Ninguneados hasta por nosotros mismos, por eso hoy en los telediarios salen libros y rosas. Preciosísima tradición, por cierto, digna de ser exportada por unos y aprendida por otros.
En 1517 Carlos I (nieto de los Reyes Católicos e hijo de Juana la Loca, nacido y educado en Flandes) es nombrado rey de España. Cuando llegó a nuestro país no hablaba castellano, subió impuestos y nombró una mayoría de consejeros flamencos. Ya en 1519 es elegido emperador de Alemania, y para costear el viaje necesita recaudar fondos de Castilla. Ese fue el detonante de la rebelión que estalla en Toledo y se extiende por varias ciudades españolas (Burgos, Cuenca, Guadalajara, Salamanca, Segovia, Valladolid, Zamora…) No deja de ser una revuelta, y el 23 de abril de 1521 las tropas imperiales vencieron al ejército comunero e hicieron prisioneros a los cabecillas de la rebelión, Padilla, Bravo y Maldonado, que fueron decapitados en la plaza de Villalar el 24 de abril de 1521, y fin de la historia.
Cuando nadie en la Península tenía todavía conciencia de País ya existía Castilla, típicamente feudal con sus fronteras cambiantes, en dónde se rendía pleitesía de forma jerárquica (a cambio de favores o por la fuerza según cuadrara) de vasallo a señor hacia arriba llegando al Rey. Fue en nombre de Castilla por ejemplo el descubrimiento de América, concretamente para el Rey de Castilla.
Castilla y León tiene la bandera más antigua de toda Europa. Es una comunidad de vas y vienes y continuas luchas por un palmo de terreno duro y frío, seco. Así somos sus habitantes, secos y fríos, hechos al clima. A pesar de toda esa Historia ninguna de las comunidades castellanas es reconocida como Comunidad Histórica. ¿Por qué? ¿Porque no hablamos otra lengua distinta de la española? ¿Porque su evolución histórica ha ido de la mano de la de la nación global a partir del, pongamos, 1513?
El episodio de los Comuneros es uno más de esa Historia rica en dimes y diretes en los que cada trocito de tierra ha sido León, Castilla, Tierra Mora, Castilla y León, Portugal, Zamora, España. En un momento en el que España estaba naciendo los castellanos lucharon por seguir siéndolo y no venderse a los extranjeros. Estaban oprimidos y se levantaron. Perdieron, pero la guerra valió a Carlos I para darse cuenta de que gobernaba a un tipo de personas y que debía de utilizar unos parámetros muy diferentes para ellas a los que estaba acostumbrado. Carlos I se “españolizó”, no a la fuerza pues no fue derrotado, pero sí por la forma de ser de unas gentes. Ahí están para demostrarlo su catolicismo frente a los príncipes protestantes (y todas las guerras sucesivas mezclando religión y política), que sigue viviendo en Castilla en vez de en Austria y otros etcéteras. Al final Castilla se quedó con el rey flamenco y el rey flamenco se hizo castellano.
Hay mucha polémica con la elección del día. Si a alguien se le ocurre otro momento para representar la comunidad de Castilla y León que me lo diga, yo lo he pensado y no se me ocurre ninguno mejor entre otros similares. Pero, como un episodio más de la historia castellana, el día se escogió con sin consenso, disgregando a los habitantes de nuevo. Se tomó casi como símbolo de sublevación al rey en el siglo XX, por los de a favor y por los de en contra de la elección. Y eso hace que los castellano-leoneses en su conjunto no lo acepten, y hoy en Villalar apenas habrá representación pública oficial, y las mil o poco más personas que se acerquen tendrán casi todas banderas republicanas o con la hoz y el martillo para recordar, no lo olvidemos, una sublevación de señores feudales y no del pueblo.
Y apenas se verá ninguna bandera con dos torres, dos leones, cuartelada en campo de gules y plata, la más vieja de Europa. Ninguneados hasta por nosotros mismos, por eso hoy en los telediarios salen libros y rosas. Preciosísima tradición, por cierto, digna de ser exportada por unos y aprendida por otros.